Todos hemos visto en los parques de atracciones esas
máquinas que nos ofrecen la posibilidad de capturar algún objeto deseado –muchas
veces un simple osito de peluche- a través de unas pinzas mecánicas que
manejamos a través de un joystick. Más que la atracción del objeto que se nos
muestra un tanto inaccesible dentro de una urna transparente, lo que nos incita
a introducir monedas en dicho artilugio es el interés del un tanto infantil juego
que nos propone éste. Pues en nuestra vida cotidiana estamos acostumbrados a
conseguir los objetos de nuestro deseo de una manera muy simple: visitamos
diversos comercios, seleccionamos algo que nos guste, lo pagamos y nos lo
llevamos a casa. No deja de ser algo monótono, previsible, el hecho de intercambiar
dinero por cosas, por objetos, de una manera tan inmediata. No hay recreación
en ello. En cambio, aquí, con esas máquinas de feria, la compra, la adquisición
de algo se convierte en entretenimiento. Aunque nos lo pongan un poco difícil,
deseamos “pescar” el objeto. Conseguirlo a través de nuestra habilidad, o del
azar, y no sólo de nuestro dinero. Incluso aunque finalmente no pesquemos el
objeto que perseguimos, porque incluso sabemos que las pinzas que manejamos están
trucadas -pues no tienen fuerza de agarre- y que ese peluche deseado no lo
vamos finalmente a conseguir, hay un disfrute en ello. El intento, el juego,
nos ha divertido.
Algo de todo lo anterior constituye la esencia de
“Expotronik”: comprar arte a través de una máquina. Aunque en este caso no se
trata de un ejercicio de habilidad, sino de la fascinación que nos puede
producir contemplar el mecanismo inventado, construido, capaz de mostrarnos
dibujos, bocetos a través de una mano mecánica –como si se tratara de una
persona que nos los va enseñando- y de poder adquirirlos al momento.
“Expotronik” sustituye así la figura del galerista de arte. Como una especie de
“Invento del TBO”. Y en este caso nos muestra los dibujos que he realizado para
idear las atracciones que conforman “Feria”. Pero en un futuro próximo la
máquina expondrá dibujos, fotografías, obras de otros artistas. Y se situará en
otros espacios: otros museos, galerías de arte, ferias, incluso en la propia
calle o en un bar.
La máquina, en definitiva, es capaz de mostrar obras
realizadas en papel en un tamaño de DINA3 (grabados, dibujos, serigrafías,
fotografías…) tanto en formato horizontal como vertical. Cuenta con un software
y un hardware específico a través del cual la persona interesada puede
seleccionar las obras de arte, visualizarlas (un brazo robótico de las acerca a
tu campo de visión desde un almacén) pagarlas (con una tarjeta de
crédito-débito) y recogerlas. En el caso de ser finalmente adquiridas las obras
son expedidas junto a una carpeta para poder transportarlas con comodidad y
seguridad.
En el desarrollo de esta máquina participó mi amigo -e
ingeniero- Jacobo Múgica. Juntos contactamos con una empresa con sede en Burgos
que fabrica máquinas expendedoras: Tequipo, después presentamos el proyecto a
un concurso convocado por el Gobierno vasco: “Fábricas de creación”. Ganamos el
concurso y conseguimos la financiación para fabricar “Expotronik”. Nos pusimos
manos a la obra. Incluso ampliamos la idea original incluyendo varias mejoras que
en un primer momento no estaban proyectadas: conexión wiffi, pago a través de
móvil, sistema de audio integrado… Por
otra parte todas las piezas que conforman los mecanismos de la máquina, el
software y el harware son originales y han sido diseñados y proyectados
específicamente para hacer realidad este aparato expendedor y expositor de
arte. ¡Por fin el maquinismo llega a la venta de arte!